Por mi parte hablaré de un recuerdo y diré algo, también, de esa cierta impronta que, sin duda, dejó en mí lo vivido en el “Mental”.
El recuerdo lo contaré a la manera en que ya lo hice, hace muchos años, en una conferencia que pronuncié en la U.I.M.P. de Valencia:
“…Estamos en el año 1.971. Escenario: un pabellón de castigo dentro del encierro manicomial cuya responsabilidad acepté con la idea expresa de llevar a la práctica una experiencia terapéutica fundamentada en el respeto a la libertad. El día en que me hice cargo del tal pabellón entré por aquellos anchos, altos y viejos pasillos hasta que di con una enorme puerta que me cortaba el paso; empujé, pero estaba cerrada. Oí rumores dentro y llamé; se hizo el silencio. Volví a llamar y escuché voces atropelladas en el interior. Desde fuera me presenté: - “Me llamo Ramón García y soy el médico que va a hacerse cargo de este pabellón... ábranme, por favor”. Al fin, alguien desde dentro me contestó: - “No podemos porque no tenemos la llave”. –“Y ¿quién la tiene?”, repliqué yo. Me dijeron el nombre de la monja; fui a buscarla y cuando, al fin, se abrió aquella puerta me encontré con una veintena de mujeres y dos de ellas atadas a sendas patas de una gran mesa fijada al suelo.
Era, sí, el Pabellón de Santa María del Instituto Mental de la Sta. Cruz y de S. Pablo de Barcelona…”. Y allí, nos pusimos a trabajar un minúsculo grupo de hombres y mujeres, de los que algunos y algunas, ¡qué suerte!, ahora, nos hemos vuelto a encontrar.
Y hablaré, también, de la impronta; sí, de esa huella, que algunos han calificado acertadamente de indeleble, que dejó en muchos de nosotros -y, desde luego en mí- aquella peculiar experiencia del Instituto Mental de la Santa Cruz. Porque lo cierto es que algunas de las cosas que allí, en aquellos dos rinconcitos de la Institución (las Secciones de Sta. Ana y Sta. María), un pequeño grupo de personas iniciamos y desarrollamos: el trabajo en Equipo, la escucha abierta y permanente del otro, la acogida incondicional y profundamente respetuosa de la persona enferma, los “pinitos” en el trabajo comunitario con el acompañamiento de las enfermas por el barrio y a sus casas o la Colonia de vacaciones en la Masía de las Guillerias… y tantas otras cosas que, adrede, dejo en el tintero, me han acompañado permanentemente en mi vida y han sido guía en todo mi trabajo profesional posterior: en el Hospital Psiquiátrico de Bétera, en el Servicio de Protección y Defensa del Menor de la Comunidad valenciana y, durante los últimos 25 años de carrera profesional y hasta mi jubilación en el 2.009, en el Área de Salud Mental nº.10 de la provincia de Valencia (Comarcas de la Ribera Alta y el Marquesado).
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